domingo, 31 de mayo de 2009

WILCO - Spanish Tour - Madrid


Wilco - Madrid 26 Mayo 2009
1. Sunken Treasure
2. Wilco (The Song)
3. Hummingbird
4. Hell Is Chrome
5. Handshake Drugs
6. I Am Trying To Break Your Heart
7. Muzzle Of Bees
8. A Shot In The Arm
9. At Least That's What You Said
10. Bull Black Nova
11. Jesus, Etc.
12. You Are My Face
13. Impossible Germany
14. Via Chicago
15. Poor Places
16. Spiders (Kidsmoke)

Encore 1:
17. Misunderstood
18. You Never Know
19. Hate It Here
20. Walken
21. I'm The Man Who Loves You

Encore 2:
22. A Magazine Called Sunset (dedicated to drum tech Nate)
23. The Late Greats
24. Hoodoo Voodoo
25. I'm A Wheel

Wilco hace llorar al público

Por Carlos Marco

“No recuerdo haber tenido un público tan educado. Sólo lo he soñado”.

Ocurre muy pocas veces en la vida, incluso a veces sólo se sueña. El concierto perfecto, dos horas de música celestial, la gloria. Anoche Wilco anduvo muy cerca de estos niveles, en alguna ocasión los tocó.

Fue una tremenda sacudida emocional. Tanta, que las lágrimas se deslizaron por las mejillas de algunos espectadores. Ojo, no hablamos de adolescentes encaprichados por el cantante pop del momento. Esto es público indie, alternativo, fuera de los canales comerciales, treintañeros con vasta información musical y cejas enarcadas. Dio igual: lloraron.

Y se desencadenó la emoción gracias al talento de un tipo taciturno, desgreñado, pequeño, aquejado de migraña crónica, armado con una voz que incorpora la esencia de la melancolía. Cristales rotos en la garganta. Ese tipo se llama Jeff Tweedy, cuenta 41 años y formó en 1994 Wilco en Chicago. Un genio.

Primero salió la banda y se quedó en silencio. A los diez segundos Tweedy caminaba al escenario enfundado en una cazadora vaquera. Agarrada a su cuello soportaba una armónica; en las manos una guitarra acústica. Así, a lo Bob Dylan comenzó todo. Conviene detenerse en las condiciones del concierto. En lugar de elegir los, a veces, incómodos locales rockeros, el grupo prefirió refugiarse en las comodidades de un teatro (el Calderón, donde se agotaron las 900 localidades), con sus mullidas butacas y un sonido impecable. A cambio, algunos tuvieron que abonar hasta 70 euros. Público devotísimo, con una sumisión casi religiosa, hasta tal punto que Tweedy comentó a la tercera canción:

El escenario se encontraba repleto de cachivaches, cables y botoncitos, a la espera de que alguno de los seis músicos les hiciese caso. Y los Wilco se lo hacen. Vaya que sí. Cuando el grupo se mueve en la calma el concierto transcurre lento, majestuoso, sutil, conmovedor, con tal hondura de sentimientos que es imposible no emocionarse. Cuando la cosa se acelera, llega la sacudida, el choque seco, el ruido sin paliativos. La calma y el caos. Ahí es donde vive el grupo. Y al fondo la música de raíz americana. Hubo momentos estelares, como la desgarradora I am trying to break your heart, como la irresistible Impossible Germany o como la vacilona Hummingbird. Al final la gente salía flotando del teatro. Algunos aseguraban que el concierto de La Riviera de hace algunos años estuvo incluso mejor. Lo mejor será declarar a Wilco como candidato a derecho humano fundamental.

Wilco: retrospectiva y avances

Por Álvaro Cortina / El Mundo

Wilco: retrospectiva y avances en el teatro del helado

En los años 20 Reuben Mattus era un emprendedor judío polaco que se abría camino vendiendo sorbetes de fruta y helados con un carro tirado por un caballo. Más adelante fundaría Häagen-Dazs. También en los 20 el suntuoso Teatro Odeón de la plaza madrileña Jacinto Benavente pasaría a ser Teatro Calderón. Sería su segundo nombre. Su tercer bautizo lo ha dejado como Teatro Häagen-Dazs. Los caminos más disímiles se juntan.

Es extraño, pero escuchar el gran directo de la banda Wilco tomando helado de vainilla con nueces de macadamia tiene su punto. Aparte del rock (¿o es pop, o es folk, o es country alternativo?) envuelto en toda aquella atmósfera pomposa principio de siglo. Con este panorama recalaron en Madrid durante su gira presente de 2009. Salió Jeff Tweedy con su banda de precisos artificieros y, principiando con ‘Sunken Treasure’, el recital no decayó en dos horas. Dos horas bastante intensas. El sexteto es muy desprendido en lo que a energía se refiere.

Con esa doctrina integradora del floklore americano y del laboratorio posmoderno Wilco se ha hecho ya leyenda del rock suave. Tan arrimado a The Band como a John Cale. Tweedy es un Malcom McDowell con armónica, y el guitarra Nels Cline es un coloso que hace de la electricidad un arte plástico. Sus notas son tan acabadas, tan firmes que parece que se puedan coger, como intentaba el monstruo de ‘El jovencito Frankenstein’.

Su repertorio no se centró en su disco inminente (’Wilco, The Album’), sino más bien al contrario. La rockera ‘Wilco. The song’ o ‘You never know’ (que el espectador podía conocer porque recientemente el grupo ha decidido colgar el disco en Internet) sonaron con acústica poderosa por los palcos del coliseo. Lo demás fue un paseo feliz y entregado por sus grandes éxitos.

Desde sus incipientes electrificaciones de ‘Being There’ (’Misunderstood’, la mentada ‘Sunken Treasure’) al reposado (ya de vuelta de la novedad) ‘Sky Blue Sky’ (’Impossible Germany’, ‘Walken’, ‘Hate it here’). De sus glorias del Yankee Hotel Foxtrot (’I´m trying to break your heart’, ‘Jesus, Etc’) al ‘Via Chicago’ de Summerteeth.

‘A ghost is born’, su primer gran bombazo, tuvo muchos temas egregios como representantes: así ‘Hummingbird’, así ‘Hadshake drugs’, así ‘Hell is chrome’, así ‘I´m a wheel’, y la desangelada y muy bella ‘At least that´s what you said’.
Vagabundeo introspectivo

Las letras del grupo tienen algo de vagabundeo introspectivo y de insomnio, o de denso despertar, y refieren con frecuencia a la primera persona del singular. Es un clima de ausencias, y la voz limpia de Tweedy las aquilata. “Soñé con asesinarte esta noche de nuevo, y me pareció bien”, canta. La segunda persona también se asoma por las canciones, y a veces le cuelgan pajarracos agoreros. Igualmente, Tweedy habla del “tú” como de una incierta bombona de oxígeno.

El público lo agasajó sin problema. Había emoción. Él bromeaba distraídamente (con la gripe porcina y los enmascarados) y ellos reían. A veces hasta revoloteaban, bailongos, por encima de las butacas de terciopelo rojo. Con ‘Spiders’, por ejemplo, el personal se agitó mucho.

De hecho, para cuando ese tema de técnica creciente (como la de Ravel con su Bolero pero en versión “new age” y con dos climax) las guitarras de Cline estaban (todas) echando humo. Pat Sansone manoseaba los dos teclados como un organista bombástico y devoto (¿homenaje a ‘A’ de Nacho Cano representado también en ese teatro?). Dos horas y pico en total. Al final (y durante) claro, los clásicos “oé, oé, oé” que un tipo de Chicago como Tweedy sólo ha oído en España, de paso. Eso sí es folk español del depurado. Exótico.

Bises y clamor culminaron aquella noche. Tweedy es una estrella empática, aparte de un leve parecido físico, nada tiene que ver con Alex, de ‘La naranja mecánica’. Su poesía meditabunda y encendida es un material muy fecundo para su pop (¿o es rock, o es folk, o country alternativo?), para su música integradora del siglo en ciernes. Personalísimo, auténtico e indefinible Tweedy. Se pudo entonces disfrutar de la retrospectiva del grupo, y de sus avances (ya saben ‘Wilco. The album’), y también de las (¿sublimes?) tarrinas de vainilla con nueces de macadamia. Bendito Wilco, bendito Reuben Mattus.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El jueves les veré en Barcelona. Me alegro que ofrezcan estos conciertos tan perfectos. Lástima que apenas toquen nada de sus tres primeros discos.